Inicialmente organizado el 25 de Mayo, el “día de África” tuvo que ser adelantado al 22 de dicho mes para no sobreponerse al Día de la Revolución de Mayo. En esa ocasión, los embajadores de varios países africanos, así como delegados de ONGs que se desempeñan en la integración de las comunidades africanas en Argentina se reunieron en la Cancillería Argentina de Buenos Aires. Ese evento suponía la presencia de representantes de la diplomacia africana y de la sociedad civil, motivados por la voluntad de compartir sus experiencias sobre la situación de las comunidades afros y africanas en Argentina, y con la firme intención de debatir sobre las futuras políticas más eficaces para guiar a África en la vía de su propio progreso.
No obstante, y a la imagen de la mayoría de las celebraciones organizadas artificialmente una vez por año, el “Día de África” es una construcción política que apunta a tranquilizar las consciencias, y su contenido fue tan superficial como su proclamación.
En efecto, ese día consagrado al segundo continente más poblado del mundo, tenía todos los aspectos del cóctel diplomático, y nada de un intercambio constructivo. En lugar del debate que había imaginado ingenuamente, hubo una breve intervención del Vicecanciller argentino, seguido por un discurso un poco más largo del Embajador del Angola. En cuanto a las demás personalidades presentes en el escenario, no se expresaron. Se contentaron con dar señales de consentimiento silencioso durante esa media hora de presentación, pero hasta los Power Points que solo mostraban imágenes de hombres políticos, paisajes y poblaciones de África, pudieron empañar el papel de figuras emblemáticas de estos funcionarios.
Para agregarle a la ceremonia una nota cultural, dos músicos con sus djembes intentaron contentar a esa audiencia “apagada” con ritmos africanos.
“Por fin”, llego la carrera al cóctel: por supuesto, el champaña, los vinos y los canapés, no faltaron durante dos largas horas.
Alejémonos de los hechos unos minutos. Imaginemos que ese tipo de encuentro sea abierto a un público más extenso. Imaginemos que hayan sido invitados ciudadanos argentinos ignorantes de la situación en África. ¿En qué medida ese día (mejor dicho, esas horas que con certeza costaron más de unos $ 15.000) modificaría su visión sobre el continente más pobre del planeta? ¿Qué aprenderían de ese desfile de convenciones? Pocas realidades propias a los países de África, seguramente. Ahora bien, ¿la primera misión del cuerpo diplomático no es precisamente la representación nacional?
Esas preguntas simples traducen la “desconexión” flagrante de las poblaciones africanas las más sencillas con sus representantes en el exterior. Ese tipo de eventos, según pienso, sólo son una oportunidad para comprobar la existencia de esa doble realidad. Una de las consecuencias más obvias de esta situación es la misma falta de representación diplomática en Argentina para numerosas comunidades africanas, abandonadas a la exclusión, al racismo, y a la injusticia e imposibilidad de defenderse frente a la impunidad del gobierno local. Además, eso explica el desarrollo importante de las asociaciones civiles, hacia las cuales se dirigen esas personas con carencias y dificultades extremas.
Entonces en Argentina, se les presenta a éstas asociaciones civiles un sinnúmero de problemáticas, para las cuales no cuentan con los recursos suficientes para solucionarlas. Se les otorga una ínfima o casi ninguna porción de los fondos nacionales dirigidos a la ayuda social. Y está demás decir, que mas allá de la falta de apoyo financiero, existen también fuertes obstáculos institucionales que van absolutamente en contra de la defensa de los derechos humanos.
Masha Dujmovic.
Estudiante francesa en Relaciones Internacionales y Sociología.
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