Entrevista Nengumbi con Paul Byrne

Buenos Aires, Argentina Diciembre 2009

lunes, 17 de septiembre de 2012

Imágenes que rompen prejuicios

CINE › “AFRICA CON OJOS DE MUJER”, CICLO EN EL MUSEO ETNOGRAFICO JUAN AMBROSETTI Imágenes que rompen prejuicios Una selección de películas de directoras africanas da cuenta de un universo olvidado. Los documentales, que se proyectan con entrada gratuita, tratan temas como las relaciones de género y la maternidad y sus vinculaciones con el trabajo doméstico y el formal. A simple vista, parecería que es inexistente la producción de películas que tienen como protagonistas a mujeres africanas. O tal vez, el problema radique en que pocas de esas producciones llegan a la Argentina. O quizás es tan poca la difusión que tienen que casi ni se conocen. Por eso, el ciclo de Cine Documental Espejos y Espejismos se propuso este año proyectar una serie de documentales que tienen como eje central la vida de esas mujeres, “tan centrales y tan olvidadas” en el pasado y en el presente. Bajo el nombre “Africa con ojos de mujer”, una selección de películas de hacedoras africanas cuentan historias que refieren a las relaciones de las mujeres entre sí y con los varones, la maternidad y sus vinculaciones con el trabajo doméstico y el formal. Esta edición pone una especial atención en la participación política de las mujeres en la llamada Primavera Arabe y del Africa del Norte. El ciclo es organizado por la Sección Interdisciplinaria de Estudios de Asia y Africa de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el Observatorio Sur. Todas las proyecciones, que continúan hasta fin de mes, son gratuitas.
Plantear un encuentro para indagar sobre esta temática significa, de alguna manera, promover un espacio para hacer(nos) preguntas y abrir un canal de reflexión y debate sobre la cultura de ese continente poco explorado en el cine que se acostumbra a ver. Con este ciclo “tratamos de sacar ese ‘velo’ que se tiene sobre las mujeres de Africa, especialmente con la cultura árabe, en la que se cree que son sumisas o muy retraídas y en realidad tienen una participación muy activa. Eso se refleja mucho en estos documentales”, asegura a Página/12 Jorgelina Barrera, una de las organizadores de la propuesta. “Tanto en su vida cotidiana como cuando salen a la calle a una manifestación para defender sus derechos, son muy reflexivas en cuanto a su papel en la sociedad. Estos documentales están hechos por cineastas africanas y muestran una visión real de cómo viven y piensan. Nos interesa sacar los estereotipos”, completa la idea la joven que estudió cine en Barcelona. Uno de los objetivos más claros de la iniciativa es “romper con los prejuicios” que existen en nuestra sociedad a cerca de esas culturas. “A veces pensamos que Africa es un solo país y creemos que están todos desnudos caminando por la selva. Queremos romper el mito”, subraya Violeta Burkart Noe, otra de las organizadoras del encuentro que se realiza todos los años desde 2008 y que propone recorridos temáticos con documentales. Con películas propias de Africa “podemos romper esos estereotipos y prejuicios. Por ejemplo, una de las películas dice que las obras de arte de los africanos están guardadas en los museos de ciencias naturales en lugar de estar en los museos de arte”, agrega Burkart Noe. Lejos de interesarse por las producciones comerciales que circulan en los circuitos de los cines convencionales, los organizadores de este ciclo buscan ir más allá. “Buscamos documentales que no están en YouTube, que no se consiguen fácilmente. Que sean producciones independientes y que no se vean por la televisión ni en el cine. Vamos más allá del documental de televisión. Eso ya se vio”, destacan las organizadoras. Y en ese sentido dejaron en claro que no privilegian tanto “la cuestión de documental estético sino ver qué reflexión genera y qué nos refleja esa película”. Algunas de las cineastas que participan del ciclo con sus documentales son Andrea Spitz (Sudáfrica), Katy Lena (Senegal), Habiba Djahnine (Argelia), Dalila Ennadre (Marruecos) y Mariam Bou Auf, (Egipto). Para ver la programación completa ingresar a www.observatoriosur.com. * Los documentales se pueden ver los sábados y domingos de septiembre, a las 16.30, en el Museo Etnográfico Juan Ambrosetti de la Facultad de Filosofía y Letras, Moreno 350. Con entrada libre y gratuita. Informe: María Luz Carmona. Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-26463-2012-09-17.html

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Afrolatinoamericanas. De voces, susurros, gritos y silencios.

Dirección: Alejandra Egido / Guión y selección de textos: Alejandra Egido y Lea Geler Esta performance es la puesta en escena de diversos textos históricos y poéticos escritos por mujeres afrolatinoamericanas que relatan las gestas, pasiones, pesares e ilusiones de las mujeres afrodescendientes de Argentina y Latinoamérica, desde la época de la esclavitud hasta nuestros días. Llegadas al territorio latinoamericano en los barcos esclavistas, secuestradas y privadas de toda libertad, estas mujeres lucharon, se rebelaron y tejieron estrategias que les permitieron no solamente sobrevivir sino rehacer sus vidas, entrelazándolas con las de todo un país que aun no toma conciencia de su presencia ni de su historia, haciendo recaer sobre ellas muchas veces el olvido, la discriminación y los prejuicios. La puesta abre con la imagen de Sarah Baartman, tristemente conocida como la Venus Hotentote, expuesta en ferias europeas para ser observada como un animal salvaje a principios del siglo XIX. Su fuerza y recuerdo unirá a las mujeres afrodescendientes a lo largo de la historia y el territorio. Cada afrolatinoamericana recibe este mensaje y, a su vez, en las manos de cada una el mensaje se resignifica. Pero estas mujeres no dejan de compartir con Sarah Baartman una situación de estereotipación e hipersexualización: son miradas, observadas, expuestas…. En este circo en el que sin quererlo las afrolatinoamericanas son protagonistas, irrumpen tiempos y espacios diversos, trazando continuidades y rupturas. Declara Doña María Antonia Mercado ante la justicia eclesiástica provincia de Córdoba (Argentina) de la primera mitad del siglo XIX. Quiere divorciarse de su esposo ya que éste abunda en vicios, juegos y amancebamientos con esclavas y pardas con las que tiene varios hijos. Vemos cómo esta mujer trasciende su época poniendo en tela de juicio ante la sociedad la moralidad de la familia frente a la introducción de hijos ilegítimos en el matrimonio mediante el adulterio. Y llama a declarar como testigos a mujeres esclavas, pardas y libres que exponen sus declaraciones y estrategias. El personaje de Josefa Tenorio, a inicios del siglo XIX, convierte el mensaje en una reflexión libertaria. Es una carta que ella hace al general San Martín, llena de cuidadosas y contenidas palabras. Bien sabe que el haber ido a la guerra vestida de hombre es una acción que trastorna el orden patriarcal de su época. Tan certeras son sus dudas al respecto que la historia recoge la siguiente solución a sus pedidos: “Días más tarde (de haber recibido la carta de Josefa) el general San Martín ordenó: Téngase presente a la suplicante en el primer sorteo que se haga para la libertad de esclavos”.
El mensaje va trasladándonos de escenarios lejanos a otros más modernos, donde van aflorando personajes de mujeres más cercanas a nosotras mismas. Es recibido por una mujer que hace uso del aquí y del ahora y lanza al viento y a todos su declaración de principios: Soy como soy, como lo cuenta la poetisa costarricense Shirley Campbell Barr, “porque me da la gana”. Nuestra performance va y viene del pasado a la modernidad, y se adueña nuestro mensaje de las manos de una mujer que lamenta haber cambiado la tradición oral africana por los libros de filosofía, como se lamenta la poetisa cubana Georgina Herrera. Reconoce que no sabe hacer cuentos, como las negras viejas que con sus narraciones consolaban los velorios. No oculta en sus versos un fino temor nostálgico, un miedo inmenso de haber tejido el hilo por donde se escapan para siempre la tradición y la cultura. Ya nuestro mensaje pasa de la mano de una mujer a la de la otra, están todas en escena, se acompañan, se oyen, se expresan, concluyen. Algunas recogen cartones en la calle y viven en favelas, como lo hacía Carolina Maria de Jesus en Brasil, otras permanecen defendiendo a su “amo” para que la libertad de sus hijos sea duradera. Con estos hilos invisibles y fuertes, con la pluralidad de un mismo mensaje, está tramada esta performance. Pero, a pesar de las declaraciones y testigos presentadas, María Antonia Mercado no consigue ganar el juicio. Y a pesar de las solidaridades e historias compartidas, el circo continúa. Piezas adaptadas de: Siglo XVIII: - Declaración en Buenos Aires de Paula Gorman, negra esclava del Dr. Don Miguel Gorman, en 1789, para ser separada de su amo. Siglo XIX: - Carta escrita en 1821 por la esclava Josefa Tenorio a San Martín, Monteagudo y Guido, en la que pide su libertad después de haber servido a la patria en sucesivas batallas. - Recreación del juicio de divorcio ocurrido en la ciudad de Córdoba (Argentina) entre 1805 y 1841. - Poema afrofemenino anónimo titulado “El aire y el agua”. Reproducido en el periódico afroporteño La Perla, 1878. -Pieza de Eduardo Gutiérrez sobre Mamá Carmen (ca. 1879), escrita durante la Campaña al Desierto. Siglos XX y XXI - Poema “Porque me da la gana”, de Shirley Campbell Barr (Costa Rica). - Poema “Elogio para las negras viejas de antes”, de Georgina Herrera (Cuba). - Diario de Carolina Maria de Jesus (Brasil). Equipo TES Intérpretes Carmen Yannone Irene Gaulli Silvia Balbuena Anastacia Giménez Natalia Morales Coreografías María Zegna Diseño de Luces y Equipo Técnico Leandra Rodríguez Santiago Schaerer Dirección Alejandra Egido Guión Alejandra Egido y Lea Geler Diseño escenográfico Adrián Levy Vestuario María O. Producción Shirley Giménez Duración: 45 minutos Se agradece a Florencia Guzmán y a Laura Casals por el acceso a algunas de lasfuentes trabajadas.

Prohibido ser negro en La Plata

Ulises Rodriguez – Cosecha Roja.- -Dale negro, no te hagás el pelotudo y dame la valija. -No amigo no. -Amigo las pelotas. Vos ya sabés que no pueden estar acá. Oumar y el resto de los senegaleses ya intentaron todo: conseguir permisos, vender en grupos, sumarse a una feria, entrar con la maleta a bares y restaurantes e incluso pagar coimas, como hacen los otros vendedores de La Plata, Provincia de Buenos Aires. Pero los inspectores y la policía no aceptan su dinero: quieren la valija. Prefieren quitarle los anillos, pulseras, cadenitas y relojes que tienen para vender. Oumar se abraza al maletín y le dice no por favor, amigo no, al hombre de camisa celeste mangas cortas que lleva un nextel en la mano derecha y un celular en el cinto. De una camioneta Chevrolet LUV blanca identificada en las puertas como Control Urbano y el logo de la Municipalidad de La Plata bajan dos hombres más: uno panzón y retacón y otro que camina en puntas de pie. El primero lo toma de un brazo: ¿la vas a soltar negro de mierda? El otro tironea del maletín hasta quitárselo. El que llegó primero le pone entre las manos a Oumar un papel amarillo que redactó en menos de dos minutos. Suben a la camioneta con el maletín y desaparecen por calle 42. El aire se carga de indiferencia en la entrada trasera de la terminal platense. El que vende películas truchas se pone a ver cuántas copias de Batman le quedan. El del carrito con café y pasta frola empieza una charla con un taxista que toma unos mates con la que abre las puertas de los taxis. Oumar se pasa las manos por las motas transpiradas, dice palabras que nadie entiende, mira al cielo. Se le caen las lágrimas de la impotencia. A diez metros de él, un señor de patillas a lo Elvis pampeano se lleva la última de Darín. A la caza del negro Oumar es senegalés y en ese maletín lleva lo que muchos de sus compatriotas que viven en la Argentina: bijouterie de fantasía. Hace casi 2 años que llegó al país y esta es la octava vez que le quitan la maleta. Cuatro veces los inspectores de la Subsecretaría de Control Urbano y las otras cuatro veces la policía bonaerense. La tercera vez resistió todo lo que pudo y terminó en la comisaría. Esa vez abrazó fuerte su valija y se echó a correr. La policía lo persiguió en auto y en moto. Lo encerraron en una esquina. Lo tiraron al piso mientras un oficial le pegaba patadas en las costillas y en el culo y le decía negro de mierda, negro de mierda. Se llevaron el maletín y lo dejaron ir. De las ocho veces que le quitaron su mercadería nunca recuperó ni un anillo aunque jamás la pasó tan mal como el 22 de junio de este año. Esa tarde, en 9 y 48, pleno centro de La Plata, Oumar y otros 7 compañeros recibieron una paliza de parte de policías, inspectores y un sector de la barra brava de Gimnasia vinculada con el intendente Pablo Bruera. Con palos, gas pimienta y golpes de puño le quitaron los maletines. Los platenses que recorrían el centro comercial de la ciudad respiraron la violencia de policías, inspectores y fuerzas de choque. “Trama misteriosa” El Día, el diario tradicional de La Plata, tituló: “Serios incidentes en el Centro en un operativo contra la venta ilegal”. Sin mencionar a los barras bravas, informaron que los protagonistas del incidente eran “puesteros que venden mercadería falsificada, en su mayoría africanos”.
En un recuadro con el título: “Vendedores senegaleses, una trama misteriosa” el diario El Día se pregunta: ¿Cuántos hay? ¿Quiénes los reclutan y les proveen la mercadería trucha para vender? ¿Por qué nunca se instalan en la ciudad donde trabajan y sí, en cambio, vienen todos juntos a primera hora del día y se van de igual manera poco antes de que caiga la noche en un tren que los llevará hacia algún lugar del Gran Buenos Aires? Y acaso lo más curioso: ¿por qué es una inmigración que no tiene mujeres ni chicos? Como respuesta citan al ex comisario inspector que estuvo encargado de investigar el atentado a la AMIA y procesado por defraudación, Luis Vicat, quien dice que “algunos pertenecerían a la logia de los correos de la muerte de África y bajo el paño negro de la bijouterie es probable que guarden no precisamente más metal en anillos y pulseras, sino droga”. Vicat menciona que en sus maletines llevarían “metanfetamina conocida como crystal meth, la droga más letal del mundo también llamada “tuk-tuk”, una suerte de paco africano que aquí adoptó nombres como cristal, tiza o hielo”. El diario El Día ignora por completo que los senegaleses viven en pensiones cercanas a la zona de la terminal, que quedan a unas 5 cuadras de su redacción. Muchos de ellos llevan entre 4 y 5 años residiendo en La Plata y, a juzgar por como viven, esas drogas que nombra Vicat deben dejar muy pocas ganancias: la mayoría comparte piezas de 4 x 3 con dos camas cuchetas y todos los bártulos amontonados en los rincones. Tampoco guardan oro ni lo llevan puesto, como muchos creen. La denuncia Tras la golpiza, en la que siete de ellos fueron atendidos en el Hospital Rossi con lesiones y crisis de nervios, 35 vendedores senegaleses hicieron una presentación en la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires, a cargo de Guido Carlotto, en la que denunciaron estos hechos a los que consideran, además de violentos, “discriminatorios”. Un informe de la mesa por los derechos de las personas migrantes da cuenta que en la totalidad de los senegaleses que residen en La Plata fue parados o detenidos por la policía al menos una vez en los últimos 18 meses, de los cuales 4 fueron arrestados y trasladados a comisarías y liberados en menos de 24 horas sin que se les imputen delitos. “Ser negro africano y andar con un maletín por la calle ya implica que será parado por la policía, esto es indicativo de la aplicación de perfiles racistas”, dice Chris Gruenberg, abogado del Colectivo Para la Diversidad (CoPadi, miembro de la mesa por los derechos de las personas migrantes) La licenciada María Piovani, directora Provincial de Promoción de Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires, agrega que “hay una clara discriminación asociada al racismo y una persecución sistemática a los africanos”. ¿Y si ese hombre negro que anda por la calle con un maletín en vez de vender bijouterie fuera un oficinista que lleva papeles y un sándwich? “Es totalmente ilegal lo que hacen la policía y Control Urbano amparados en la prohibición de la venta ambulante. Nunca les devuelven lo que les secuestran y muy pocas veces se les labra un acta contravencional, el que deberían hacer con un traductor ya que la mayoría de ellos no habla el castellano”, agrega Gruenberg. Al día siguiente de la golpiza, el juez de Garantías de La Plata, César Melazo, publicó en su cuenta de Twiter (@CesarMelazo): “¿Los relojes de los senegaleses irán al Banco de empeño?” “En un principio”, dice el abogado de CoPaDi, “los inspectores y policías les pedían una coima o algún reloj, hoy se quedan con todo, son los más vulnerables en la cadena”. Más allá de los mitos En La Plata viven un total de 54 senegaleses entre los que hay una mujer. Al tener la documentación precaria no encuentran más opción que la venta ambulante. -Somos hermanos y no solidarizamos-dice Billy, uno de los que mejor maneja el español. Vive en una pensión que está a la vuelta de la terminal. Comparte pieza con tres compañeros y hay otros cuatro en la pieza de al lado. Billy lleva puesta una musculosa de los Lakers y pantalones Adidas de feria. En Dakar, la capital de Senegal, tiene mujer y 6 hijos. Gasta lo justo y necesario para vivir y el resto de la ganancia la envía a su familia. Hace 4 meses, con las restricciones de la AFIP al dólar, dejó de girarles dinero. Cuando a uno le falta algo viene otro y lo ayuda. Ya sea plata, mercadería o comida. -Hay días –explica- que la venta rinde un poco más y se puede guardar y otros sólo alcanza para comer y pagar pensión. Los senegaleses no vienen porque su país esté en guerra civil o por ser perseguidos políticos. Son inmigrantes económicos, como lo explica el Profesor en Historia de la Universidad de Luján, Gabriel Santellán, en su informe “Las paradojas de la globalización: el caso de los senegaleses en Buenos Aires”. Billy y sus hermanos profesan la religión musulmana. Rezan 5 veces por día. Tienen prohibido el alcohol y las drogas. Les gusta la comida peruana porque en el sabor se parece a la africana. A pesar de vivir con lo justo y andar con un maletín de las 8 de la mañana hasta que no dan más los pies de caminar, hay una parte importante de la estadía en Argentina que los llena de alegría: las mujeres. -Son buenas y bonitas, dice Billy. La religión le permite hasta cuatro. Hace la seña con los dedos y, a pesar de todo, vuelve a sonreír. Fotos Soledad Vampa Fuente: http://cosecharoja.org/prohibido-ser-negro-en-la-plata/