Por: Stella Moreno.-
Abogada y vocal del INSTITUTO DE PRESENCIA AFROAMERICANA
Córdoba / Argentina
Hay varios indicios que interpreto como puntos de conexión con la
herencia cultural afroamericana, los cuales llegué a descubrir recién
después que comencé a conocer un poco más sobre dicha cultura y a
repensar y re significar algunas prácticas de mi vida.
Por ejemplo, nadie entendía por qué lavar la ropa a mano me salía
naturalmente aun teniendo lavarropas automático. Sabía que no era
masoquismo pero ante la interpelación o reclamo de mi familia no podía
justificar mi actitud más que diciendo: -a mí me gusta hacerlo así-.
Eran muchas las ocasiones en las que lo hacía, sea porque el lavarropas
se rompía y siempre demoraba en hacerlo reparar, sea porque se trataba
de ropa delicada que podía llegar a deteriorarse si no la lavaba con
cuidado, sea porque el lavarropas estaba sobrepasado y la ropa sucia se
iba amontonando, etc.
Me salía hacerlo a mano como algo corriente, común, normal. Quizás en
mi inconsciente lo vivenciaba como una danza, un ritual o algo así y
hasta disfrutaba cuando “fregaba” la ropa sobre la tabla de lavar e
involucraba todo mi cuerpo en ese movimiento. Buscaba cuál sería la
causa de ello pero sólo atinaba a responderme que posiblemente mientras
lavaba, mi mente divagaba por cualquier lado: soñando, buscando
soluciones a los problemas ajenos y míos, recordando frases o
acontecimientos que me habían impactado, escuchando radio o haciendo lo
que fuere; pero tanto cuando mi mente se iba lejos o permanecía a mi
lado, era totalmente libre. Yo siempre fui libre pero quizás mi inconsciente me reclamaba que
era esclava; esclava de modos de ser y de pensar impuestos por la “sociedad” y con los cuales no me sentía identificada. Ahora sé
que no es la sociedad la que nos los impone sino que son “sólo algunos”
los que lo hacen y somos muchos los que aceptamos esos mandatos de
subordinación y sin darnos cuenta los perpetuamos.
Además me sentía diferente a mis amigas porque siempre tenía una energía extra, una fuerza considerable, una predisposición especial a la hora de ayudar a levantar o movilizar cosas pesadas,
empujar un auto que no “arrancaba” o correr carreras de obstáculos o de
resistencia (ahora sólo me quedan las ganas porque mi físico ha
comenzado a requerir de mantenimiento y cuidados especiales).
Otra cosa en la que me sentía “rara” era que no me desesperaba como
otras chicas por “figurar” o “mostrarme”, por estar “siempre pintada”,
por participar de fiestas “lujosas o paquetas” y en cambio disfrutaba
mucho más en todas las actividades que hacía en ambientes o grupos populares, sencillos, humildes. De hecho siempre
me sentía más cómoda compartiendo con personas morochas; mis amistades
son mayoritariamente de piel trigueña. ¿Por qué? Me preguntaba. Siempre
relacioné las expresiones “gente de plata” con “gente blanca”. ¿Por
qué? Aunque no sea una regla general hay algo en esa vinculación que no
es casual. Además solía teñirme el cabello de color rubio totalmente
influenciada por mi entorno. Ahora que soy adulta y decido sola, me tiño
de color oscuro, a veces negro, porque me siento más “yo” o sea más
auténtica.
Un día, hace poco tiempo, cuando escuché a un profesor que nos
enseñaba detalles sobre la vida de los negros en la época colonial, y
específicamente de las “negras”, pude hallar más temas o vivencias en
común con ellas, aunque mi piel no sea del mismo color (no hay que
olvidar que el color de la piel es lo primero que se va perdiendo con el
mestizaje). ¡Sí! Ellas lavaban la ropa a mano aunque en esa época lo
hacían en el río y sobre piedras. Además consumían muchas “achuras”
porque no les alcanzaba para más. A mí me encantan, más que otros cortes
de carne.
Por otra parte, en la clase de expresión corporal, la profesora nos
pidió que cerráramos los ojos e intentásemos expresar o exteriorizar
nuestro interior por medio de determinados movimientos (ondular, flotar,
etc.). Luego nos explicó que eso nos ayudaría a descubrir nuestra
“matriz corporal “o sea la que tenemos impresa en nuestro cuerpo. La
matriz es la forma, estructura o molde en el que nos hemos ido
configurando durante toda nuestra existencia; la forma que tenemos de
relacionarnos con el medio ambiente, con los demás seres humanos y con
nosotros mismos; la forma de aprender, de conocer, de expresarnos, de
sentir y de creer. Y al decir “matriz corporal” hace referencia a la
manera en la que aprendimos a emplear o involucrar nuestro cuerpo en
nuestra interacción con el mundo, influenciados por el medio
socio-económico y político en el que crecimos y también por el bagaje
que traemos de nuestros ancestros. Cerré los ojos como aconsejó la
profesora para lograr una mejor concentración, y de pronto comencé a
moverme y luego sentirme como si fuera un esclavo negro tirando de una
soga gruesa hacia arriba en la playa cerca de embarcaciones. No entendí
racionalmente por qué me estaba sintiendo así, ¿sólo me estaba dejando
llevar por los relatos escuchados sobre el arribo de negros procedentes
de África para ser esclavizados en América en la época colonial? No me
conformó esa explicación.
Además empecé a cuestionarme con relación a la bronca casi
incontenible que me despiertan las situaciones de injusticia o de
sometimiento y que debí aprender a encauzar o reprimir para poder
integrarme en esta sociedad, si no tendría su origen en varios siglos de
humillación, de explotación, de invisibilización de la raza negra.
Sé que son múltiples los factores y las interconexiones que tienen
entre sí, que influyen en la formación o estructuración corporal,
psicológica y espiritual de una persona , pero no me parece descabellado
hundirme en lo que creo son mis raíces, para darme cuenta de que sus
heridas han sido tan numerosas y profundas que se siguieron imprimiendo
en su descendencia como esas “ marcas” que usaban los explotadores para
estamparle e identificarlos como objetos de su propiedad, como si fueran
“ganado”. Hay danzas que ellos crearon como expresión de los que les
pasaba pero que también idearon como estrategia encubierta de defensa y
de preparación para futuras sublevaciones. Ante la homogeneización que
querían imponerle los dominadores para desaparecer sus dialectos,
creencias ,vínculos , danzas, trabajos, sueños, etc., usaron lo único
que se les permitía conservar : su propio cuerpo, como un reservorio
inagotable de identidad y fue tal la magnitud de semejante empresa que
quedaron atrapadas en ellos también todas estas prácticas resultantes de la colonización pero que día a día vamos extirpando para recuperar así nuestro “ser” o “verdadera
esencia” .
Quiero romper la asociación que a veces existe entra las
palabras: “negro, pobre y explotado” y más aún entre las realidades que
de ellas se desprenden. Asociación impuesta desde la época
colonial, como tantas otras, en virtud de la cultura hegemónica
europeizante que todavía nos manipula. Asociación aceptada o tolerada
por gran parte de la iglesia católica de ese entonces. Y como miembro de
esta última pido perdón por ese obrar totalmente reprochable e
incoherente y afirmo nuestro intento cotidiano por desterrarlo y ser
realmente fieles al mensaje de Cristo. No puedo dejar de destacar en
honor a la verdad, la actuación del Padre Montesinos en defensa de los
esclavos.
Por último, aunque científicamente, sea por medio de análisis de
saliva o por averiguaciones sobre mi árbol genealógico, no pueda
confirmar mi ascendencia afroamericana, seguiré sintiéndome “negra”,
descubriendo todo el fragor de la danza afro en mi cuerpo a punto de
salir cuando termine de darme permiso para hacerlo; reforzando la
esperanza de un mañana mejor para todos, especialmente para los
olvidados o victimizados de siempre: los negros.
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