Por Nicolás Fernández Bravo
Pocos días antes del inicio del Foro Social Mundial, celebrado a principios de Febrero en Dakar, capital de Senegal, fue aprobada en la emblemática Isla de Gorée la denominada “Carta Mundial de los Migrantes”. Surgida de un proceso de participación “global” cuyas reglas despertaron algunas dudas entre los asistentes, la declaración constituye una importante toma de posición respecto del momento actual por el que atraviesa la política migratoria mundial. Su realización y aprobación antes del FSM, constituye un meritorio esfuerzo por jerarquizar y distinguir la temática, la cual pudo ser incorporada transversalmente en muchas de las sesiones que se desarrollaron con posterioridad.
En el texto preliminar distribuido en Gorée, se mencionaba el antecedente de una discusión “a escala planetaria”, promovida por lo menos desde el año 2006. Cabe preguntarse cuáles fueron las dinámicas que caracterizaron y dieron legitimidad a esa discusión, toda vez que algunas geografías pueden haber estado más o menos representadas que otras. Esta pregunta podría no ser relevante de no ser por el hecho que ciertos países han introducido reformas migratorias que resultan progresistas cuando se las compara con el grado de retroceso que caracteriza a la legislación migratoria en Europa y en los Estados Unidos. En este sentido, es importante señalar que el avance de los espacios de la sociedad civil global – como el congregado en torno a La Carta – debería ser analizado contemplando instrumentos jurídicos nacionales que sí permiten materializar propuestas concretas, punto sobre el que La Carta parece no incluir ningún horizonte posible. El dilema que trae aparejado este tipo de proclamas, es que aquello que se define como “global”, e incluso “universal”, resulta tanto o más “europeo” que el problema que se intentaba apuntar. Eufemismos como “la comunidad internacional” necesitan ser revisados a la luz de un cuestionamiento más profundo sobre las formas en que se globalizan las ideas, cuya dirección a veces parece recorrer un sentido análogo al del comercio mundial.
La legislación migratoria en la Argentina dista mucho de ser un ejemplo, como tampoco lo es la sociedad Argentina. Sucesos recientes como los del Parque Indoamericano, o la realidad de muchos inmigrantes africanos denunciada en los últimos años por distintos grupos, son pruebas suficientes de lo frágil que puede resultar una retórica optimista de ocasión. Pero la promulgación de la Ley 25.871 es un instrumento que debería ser consultado por los inmigrantes de todo el mundo, ya sea para considerar sus aspectos positivos, como para criticar aquellos que necesiten una reforma sustancial. Resultaría paradójico que los reclamos pensados para Europa o los Estados Unidos, como parecen ser los contenidos de la Carta, puedan aspirar a una valoración universal sin atender a los matices geopolíticos en los que los migrantes verdaderamente globales se desplazan en la actualidad. Sabiendo de lo oportuno y trascendente de la aprobación de la Carta Mundial de los Migrantes, sería preocupante que los migrantes en la Argentina adopten su espíritu como si se tratase de un proceso que verdaderamente los incluyó, o sobre el que no podrían aportar elementos novedosos. Al final de cuentas, muchos de los problemas del activismo afro local, en sus distintas versiones y matices, devienen de una sub-problematización de las condiciones locales en las que desarrollan agendas más o menos globales.
Para más información sobre la Carta: http://www.cmmigrants.org/goree
Otros análisis sobre el Foro Social Mundial: www.alejandrofrigerio.blogspot.com
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