Entrevista Nengumbi con Paul Byrne

Buenos Aires, Argentina Diciembre 2009

viernes, 15 de abril de 2011

Taller: “Perdido y encontrado. Inmigrantes post-modernos”. Realizado por Oumar Mbengue, en el Centro Cultural de España en Buenos Aires.






















Mirada subjetiva de una experiencia antropológica.


Por: Guadalupe Sarubbi
Antropóloga


La idea de este escrito es poder relatar mi experiencia en el taller que brindó Oumar. Como antropóloga dedicada a temas migratorios, esta fue para mí una gran oportunidad, al poder participar de un taller junto con inmigrantes, de poder ser parte de esta experiencia de observación participativa. Ésta es mi apreciación, una mirada subjetiva, de cómo viví esta experiencia, y cómo me afectó como persona el haber sido parte de este taller.

En mi corta carrera como antropóloga, las investigaciones que había llevado a cabo se basaron en la observación, en la realización de entrevistas en profundidad y en la búsqueda de material teórico. Había formado parte de pequeños eventos en los cuales observaba y participaba, pero esta participación era sólo el involucrarse en la actividad que otros desarrollaban, cuando esos otros requerían de algún tipo de ayuda o intervención. Por lo tanto, esta fue la oportunidad de participar en un taller que requería involucrarse como persona enteramente, ya que no sólo tenía que observar y participar “desde afuera”, sino que era necesario compartir, hablar con el otro, ya que la idea era “hacer arte conjuntamente”.

Cuando me llegó la propuesta de Oumar, lo hablamos. La verdad es que no tenía bien claro cómo se iba a llevar a cabo, qué podía llegar a pasar, ya que se necesitaba que las personas que participaran se involucraran realmente en lo que se estaba haciendo, ya que la idea era no sólo estar presente todos los días, en la medida de lo posible, sino que uno tenía que estar dispuesto a compartir con otros, a escuchar historias y contar su historia. ¡Había que compartir! A su vez, el proyecto era muy abierto, poco estructurado, ligado al arte, todas cosas a las que no estoy acostumbrada. Pero no me pude negar, había una idea que me resultaba sumamente atrayente, y era la idea de realizar un taller con inmigrantes, antropólogos, abogados y artistas, trabajando en conjunto, compartiendo, discutiendo sobre lo que uno “carga y descarga”, con el fin de llevar a cabo al final del taller una muestra que demuestre lo realizado, y por qué no, lo aprendido. Fue así que me embarqué en ser parte como antropóloga, como observadora participante.

El taller tuvo varias instancias a lo largo de los siete días transcurridos. Hubo momentos formales, como ser la presentación de cada uno de los participantes, la división en pequeños grupos, que contaban cada uno con un inmigrante, un antropólogo, un abogado y un artista, y las distintas charlas que se llevaron a cabo, que dieron a debate, discusión, y sobre todo, dejaron mucho en qué pensar, cuando se habla de África, de la inmigración y del arte. A su vez, hubo muchos momentos de distención, en los que la idea era trabajar en conjunto, ya sea realizando ropa, como adornos con flores, ajíes y berenjenas. Actividad que lleva a compartir, no sólo un espacio físico, sino materiales, y además invita a conversar. Porque el ser humano trabaja y habla, y socializa, ¡es inevitable! De esta manera, divirtiéndonos, manifestándonos a través del arte, hemos compartido ideas, historias, opiniones. Y henos sacado muchas fotos, orgullosos de nuestras pequeñas-grandes obras de arte.

Así, hablando y compartiendo, se llevó a cabo un intercambio cultural, y el trabajo colectivo realizado es una muestra de las obras producidas gracias al respeto a la diversidad cultural. Intercambio y respeto que tuvieron su punto culmine en el momento de compartir la comida, comida senegalesa, y postre argentino. La comida, una de las expresiones de la cultura, fue compartida, sentándonos todos unidos, alrededor de una mesa, comiendo del mismo plato.

La idea del taller creo que se llevó a cabo absolutamente, ya que todos intercambiamos y compartimos, desde materiales, comida, un espacio físico, hasta historias, opiniones, fotos, mails. A pesar de las diferencias culturales y de idioma, todos logramos entender al otro, y hacernos entender, pudimos comunicarnos sin importar el idioma de origen de cada uno. Así fue que me encontré hablando en un precario inglés y francés, y para mi asombro, a pesar de mis limitaciones, podía entenderlos y hacerme entender. Demostración que si existe la voluntad de comprender al otro está, no hay barrera idiomática que no se pueda sortear.

Considero que esta experiencia fue realmente interesante. Me aportó nuevos conocimientos, nuevas miradas y perspectivas, me enriqueció como persona. Creo que el taller que se llevó a cabo nos dejó a cada uno una enseñanza. Porque no se puede compartir durante una semana la propia historia, y escuchar la historia del otro, sin que en ese intercambio, uno no se haya enriquecido. Ya que cuando uno narra su historia, al ser compartida, pasa a formar parte, de alguna manera, de la historia del otro que la escuchó y recibió.

Es así que me encuentro hoy lamentando la finalización del taller, lamentando perder contacto con esas personas, con esas historias, que ya forman, de alguna manera, parte de mi historia, lamentando perder ese espacio de reunión, que hasta podríamos llamarlo “terapéutico”.

En conclusión, considero que el taller demostró la posibilidad de entendernos, si está la voluntad de hacerlo. De poder intercambiar con el otro, de escucharlo, de aceptarlo, a pesar de las diferencias culturales e idiomáticas. La integración, a fin de cuentas, es eso. Poder vivir con el otro, respetando mutuamente la cultura de cada uno. Como se discutió en el taller, el que migra no es el que debe “descargarse” de su cultura y “cargar” con lo que le impone la nueva sociedad. La sociedad argentina debe, por su parte, “descargarse”, de prejuicios, de ideas preconcebidas, abrirse a conocer nuevas culturas e ideas, para así permitirse “cargar” con los aportes culturales que ese “otro” nos puede dar en la vida. La integración es eso, es no perder la esencia de las dos partes, la cultura de cada uno, sino resignificarla, incorporando nuevas formas de ver la vida, de comprensión, otras opiniones, creencias, tan válidas unas como otras.

Por ende, si tuviéramos que resumir la experiencia, creo que todos los que participamos en ella diríamos que fue de crecimiento personal, de entendimiento, de comprensión, de compartir, involucrándose con el otro, conociéndolo y dándose uno a conocer también. Diversidad cultural. Intercambio. Compartir. De eso se trató, y de eso se trata la vida, tratar de vivir con una mente abierta y dispuesta al cambio, a transformarse con cada nueva experiencia que la vida nos presenta. El taller es una demostración de que es posible. Y la muestra que se lleva a cabo con los objetos diseñados en conjunto, es otro ejemplo de que el trabajo colectivo, donde reina el respeto por la diversidad y la comprensión, se puede llevar a cabo y dar muy buenos frutos.




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