Entrevista Nengumbi con Paul Byrne

Buenos Aires, Argentina Diciembre 2009

martes, 21 de febrero de 2012

El Carnaval fue de los negros

por Enrique Arrosagaray



Actualmente convertido en la gran fiesta-negocio de cada mes de febrero, el Carnaval fue, en sus orígenes en el Río de la Plata, patrimonio de los negros que llegaban a América en los barcos españoles como esclavos, pero con todo su bagaje cultural.
El Carnaval fue de los negros

DANDANI ENRIQUE ARROSAGARAY
Nace centurias los esclavos romanos disponían de tres días por año de libertad relativa. Eran las llamadas fiestas saturnales: se reunían, festejaban, bailaban, cantaban, se embriagaban y hasta podían pedir limosna. Esta es uno de los posibles orígenes de los carnavales. Tal vez vía España hayan llegado a nosotros, con aditamentos propios de los ibéricos.

La otra fuente se relaciona con África y sus nativos. Cuando los españoles -y otras potencias civilizadas- secuestraban a los nativos africanos en sus pueblos, los cargaban en los barcos y los vendían para mano de obra gratuita, no tenían más remedio que transportarlos con su bagaje cultural. Los africanos introducidos en Buenos Aires pertenecían sobre todo a grupos bantúes, que habitaban por el centro de ambas costas del Continente Negro (las actuales Angola y Mozambique).

Los negros africanos tuvieron también algunos días de libertad, otorgados graciosamente por las autoridades españolas, para divertirse por las calles de la colonia de Buenos Aires. Podían bailar y cantar, copular y beber. Y hasta componer versos.

"Los negros se organizaron en cofradías por nación de origen bajo la constante tutela de un religioso -cuenta el historiador e investigador Ricardo Rodríguez Molas, apasionado por la vida colonial-, y en los días de San Baltasar o de resurrección se reunían y andaban en grupos tocando instrumentos y cantando. A estos grupos los blancos ya los llamaban comparsas, Danzaban al son del tambor que tocaban, andaban por las calles. La gente del pueblo, la clase alta, los miraba con sorna. Eso fue a fines del siglo XVIII, y se mantuvo durante la primera mitad del siglo XVIII.
Paralelamente, los españoles en Buenos Aires tenían algunas características en sus comportamientos festivos para esos días, a los que llamaban fiesta de aguas: solían perforar huevos con extrema prolijidad, quitaban la clara y la yema y los llenaban de agua. Luego sellaban la pequeña perforación con cera. Usaban huevos de gallina, de pato y hasta de avestruz. Luego, salían ala calle, a pie o en sus carros y se los lanzaban unos a otros.
La Iglesia estuvo en el origen de estos festejos de negros, pero para controlarlos, en connivencia ideológica y política con los gobernantes españoles, obviamente blancos.

Sobre textos de documentos de policía y de tribunales ubicados en el Archivo General de la Nación, Rodríguez Molas rescata este párrafo: "Reunión en San Baltasar... estaba el padre Vicente Piñeiro diciendo misa y yo •?otro cura •? en el confesionario. Viendo, agrego que no podía oír a los penitentes que estaban en ese momento confesando por la bulla que metían los negros con sus alaridos y tambores, viéndome en la necesidad de salir a echarlos y encontré al bueno de¡ capellán de ellos sin despedirlos ni haciéndoles callar". La táctica de los españoles no era impedir los festejos sino controlarlos. Este era en realidad un mecanismo viejo de los conquistadores y opresores.
Rodríguez Molas aporta un dato de 1615, originado en la legislación virreinal del Perú, donde se habla de la emisión de 11 ordenanzas con el fin de que las danzas y las reuniones de indios y negros tuviesen lugar a la vista y con el fin preciso de controlarlas ( ... ). Lo más sustancial es traer a la vista sus juntas y bailes ( ... ) que sean en partes públicas y conservar la separación de las naciones".

¿Había necesidad de que los españoles se preocuparan por fomentar este tipo de organización de los negros para abortar una posible organización independiente? Ellos estimaron que sí, aunque los negros que trajeron al Río de la Plata eran originarios de la zona costera y central de África y poseían menos cohesión entre sí; no eran sudaneses, es decir, no eran los negros islamizados del norte de Africa. Los sudaneses eran más aguerridos, como los que introdujeron en Brasil y que hicieron grandes rebeliones. Se escapaban de las plantaciones, se metían en las selvas o en los palmares y formaban los famosos quilombos, que duraron como cien años. Siguieron siendo libres, aunque perseguidos, y con las formas de vida que ellos quisieron. En Buenos Aires no había adónde escaparse.
Pero después de las invasiones inglesas los españoles tuvieron un renovado temor, "por eso al otro día del triunfo sobre los ingleses en la defensa de Buenos Aires, en 1807, el virrey ordena que a los negros había que sacarles las armas y darles un premio".
Las comparsas de negros comenzaron a ser imitadas por blancos que se tiznaban sus rostros. Hubo un período en el que convivieron comparsas de blancos y de negros.

Pero cuando se realiza el primer corso que registra la historia, en 1869, predominan definitivamente las comparsas de blancos.
"El primer corso se realizó en la actual plaza Lavalle, que en esa época se llamaba Plaza del Parque porque allí estaba el Parque de artillería. Las comparsas de blancos igual se ploman nombres de negros como Negros Cocineros, Nación Benguela, Negros Cantores o Negros Argentinos."
El primer escritor de novelas policiales que tenernos, Rafael Barreda, fue partícipe y relator de lujo de toda aquella época del surgimiento oficial del Carnaval y de su vinculación con el tango. "Por ejemplo -cuenta Rodríguez Molas- Barreda habla de la Comparsa de las Delicias, de 1879, y cuenta qué instrumentos usaban: bombos, platillos, cometas, pistones y cuanto instrumento bullanguero encuentren a mano."
“¿Disfraces? Sobre finales del siglo XIX era habitual que usaran máscaras imitando los rostros de personajes de la época, como Sarmiento, Avellaneda, Alsina o trajes de condes o perfiles de italiano."
¿Qué cantaban? Ante la pregunta, el historiador no duda: cantaban tangos africanos. Así quedó escrito en documentación de la época ubicada por el historiador. "Por ejemplo el Tango de las bromistas, que tiene una letra muy subida de tono.... Embromemo/ Alguien se puede enojá,/ ¡qué va a enojá!/ el que se enoja, no moja/ no moja...

"Obviamente, esta letra tiene inmediatas connotaciones sexuales, aunque hay otras letras mucho más fuertes, que se solían cantar en los lupanares". Barreda vivió todo muy de cerca. Él mismo, que era blanco, formaba parte de la sociedad o comparsa llamada Los Negros.
El tango de las comparsas carnavalescas, es el título de un capítulo de un libro de Rodríguez Molas sobre el origen del tango. Allí dejó escrito lo que nos cuenta: "En esa época las letras de las comparsas se publican en periódicos que editaban las propias cofradías de negros, o en hojas sueltas de color amarillo, verde; es interesantísimo. A veces es difícil discernir si es la letra de una comparsa de negros o de blancos que mataban a los negros. Barreda fue autor de letras para las “comparsas”.

Además estaban los bailes de Carnaval. Hay textos rescatados por Rodríguez Molas que hablan de los bailes en el Circo Nacional "en donde los negros tenían prohibido entrar. Podían ser músicos, eso sí. Pero ir a divertirse no". Un lugar clásico de baile para 1870 era el viejo Teatro Colón, que estaba frente a la Plaza de Mayo. "Una vez hacía tanto calor que a los organizadores no se les ocurrió mejor idea que poner barras de hielo en el techo. Se ve que no hicieron bien los cálculos porque se les vino abajo."
Con el tiempo, los negros fueron quedando de lado "también en los carnavales, al mismo tiempo que sus cofradías decrecían y desaparecían. De cualquier forma las huellas del candombe-tango y de la vida y la música en los lupanares, ha quedado registrado en la historia y ha penetrado el presente.

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